Por John Acosta
Era la primera de la fila de elegantes
mujeres que estaban sentadas frente a la tarima del Centro de Convenciones
Anas Maí, de Riohacha, capital del departamento de La
Guajira. Había llegado de La
Junta, su remoto pueblo del sur de La Guajira, a recibir, junto con sus 21 compañeros, el
cartón que la acreditaba como licenciada en Educación Básica Primaria. Para ella, era la culminación de desvelos y apuros
por entre intrincados y pedregosos caminos en motocicleta, en burro o a pie para llevarles
educación a los niños de las veredas apartadas, que se perdían entre las estribaciones de la
Sierra Nevada de Santa Marta.