Por
John Acosta
Fotos: Fabián Acosta
Cuarenta años después de coprotagonizar
las riñas de mi pueblo entre los dos bandos tradicionales, me vuelvo a
encontrar con la sorpresa de que esos dos grupos están ahora enfrentados nuevamente,
esta vez por culpa de la venganza de la naturaleza: la falta de agua. Cuando
niños, nos levantábamos a piedra por cualquier motivo. Hoy por hoy, solo han
llegado, gracias a Dios, a los señalamientos de lado y lado. Éramos, como ahora,
los riberos contra los bajeros, o al revés. Lo curioso del asunto, por decir lo
menos, es que en un pueblo tan pequeño como lo es mi querida La Junta todos
somos familiares entre sí, pero nos dividíamos por la geografía: los que
vivíamos en la parte de arriba contra los que vivíamos en la parte de abajo, o
viceversa. Por supuesto, los muchachos de esa época inolvidable ya somos
adultos y los recuerdos de esos tiempos idos los festejamos con borracheras
monumentales cada vez que el destino nos hace el favor de reencontrarnos. Sin
embargo, lo que pasa ahora es triste, no que el duelo continúe, sino lo que lo
causa: la larga sequía.