Por
Linda Esperanza Aragón
Quisiera comenzar con un
relato que plasmó Eduardo Galeano en El
libro de los abrazos, con el que me identifico; y hasta podría decir que me
pasó lo que a Diego cuando vio la mar:
“Diego no conocía la mar. El
padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá
de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre
alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar
estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor,
que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió
hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
— ¡Ayúdame a mirar!”
— ¡Ayúdame a mirar!”