28 jul 2011

El mundo, después del incendio

Por John Acosta

El crepitar incesante de las llamas se entrelazaba en el ambiente con los gritos desesperados de las niñas que estaban dentro del rancho encendido. El fuego devoraba sin compasión los leños resecos que componían las paredes de la casa. Una pequeña de tres años corría casi muerta del pavor alrededor de la vivienda que ardía, buscando algún resquicio por donde entrar y ayudar a sus dos hermanitas. No encontró cómo porque la candela estaba regada por todas partes. La rapidez mental de su inocencia permitió que la iluminara la idea de salir a buscar ayuda en la soledad del desierto de la Alta Guajira. Después de dar vueltas en medio de su angustia, se encontró con un indígena que pasaba lejos de allí. El hombre se compadeció del llanto de la pequeña Einma Newball y corrió con ella hasta la ranchería. Era demasiado tarde: ya no quedaba nada. La niña, asfixiada por su propia impotencia, se desmayó.