9 ago 2011

Historia triste de un carnaval feliz

Mauricio Laverde estaba feliz. A esa hora del día tenía ya el triunfo asegurado. Y apenas había gastado la mitad de los millones que su familia recaudó para tal fin. La otra mitad era suya: ganaba por partida doble. De modo que tenía razones suficientes para sentirse el hombre más dichoso del universo. A los 26 años, se perfilaba como el primer alcalde de su municipio, la segunda ciudad en importancia de esa provincia caribeña, electo por voto popular.

Has vivido

"El hombre superior es impasible por naturaleza: poco le importa que le alaben o le censuren: no escucha más que la voz de su conciencia", Napoleón.

Por John Acosta


Ahí estás ahora, sentado en una silla del parque. En la misma silla de siempre. Con el cigarrillo sostenido por esa larga y huesuda mano derecha. Te lo llevas a la boca, aspiras profundo como queriéndote tragar, junto con el humo y de una vez por todas, la amargura y la agonía de cinco años de angustias. Arrugas los ojos, inspirándote en el inmenso placer que te produce aquella bocanada de aire. Y, protegido por la sombra agradable del palo de mango, recibiendo el azote invariable de esa brisa ardorosa, ves venir los recuerdos inclementes que golpean con salvajismo tu memoria, días tras días, años tras años.