9 mar 2012

La ranchería Aulaulia, de los wayuu, ha cambiado


Por John Acosta

Por eso, siempre van a la granja. El tío Efraín es el que más trabaja la tierra.   El pequeño Jean Carlos lo ve desde la sombra de un palo de corazón fino. Así, con sus pantaloncitos cortos, sus costillas al aire y sus pies descalzos, Jean Carlos acompaña a Teresa Ipuana, su madre, cuando en las tardes ella pasa por los cultivos y arranca un tallo de cebolla larga o una berenjena o un ají, en fin, lo que está dispuesto para la comida de la noche.

En la ranchería Aulaulia, todos los sembrados están bonitos. El único problema que deben afrontar es el de los pájaros ociosos: no pueden ver que un pimentón está rojo porque vuelan a comérselo. Alexandra Navarrete, coordinadora del programa de ayuda a los indígenas de la fundación que hace préstamos a estas comunidades indígenas, espera solucionarlo con un gavilán disecado que pondrá en la mitad de la huerta. Con los ajíes no se meten: las aves le tienen pánico al picante.