Por John Acosta
Reconoce que tiene un espíritu aventurero
capaz de emprender las empresas más locas y salir airoso de ellas. Así recorrió
al país palmo a palmo cuando era miembro de la Asociación de Artesanos del
Atlántico, pero nunca pudo contra la nostalgia visceral que le carcomía el alma
cada vez que estaba lejos de su casa: le tocaba regresar a su tierra, dejando
atrás la gloria que empezaba a sonreírle en regiones lejanas para atender el
llamado de la mamitis aguda que le azotaba el corazón. De modo que tuvo que
terminar claudicando sus deseos de conocer el mundo para montar su negocio de
muebles en Barranquilla a mediados de los años 70.