22 oct 2012

El confite que me marcó para siempre


Por John Acosta

Debió haber sido a las ocho de la noche, ya que después de esa hora era demasiado tarde para que un niño de esa edad anduviera por fuera de su casa; sin embargo, tuvo que haber sido pasada las siete, pues antes era imposible que comenzara un baile de esa magnitud en el pueblo. Lo cierto era que yo estaba ahí, impávido, de pie frente al puestecito de venta ambulante, viendo llegar a los compradores casuales, que querían provisionarse de lo necesario afuera, que era más barato, antes de entrar a la caseta comunal a disfrutar de la música en vivo del conjunto vallenato que esa noche amenizaba la verbena, donde, por supuesto, “lo necesario” era mucho más caro.