Por John Acosta
Estamos diseminados por las
lejanías de los cuatro puntos cardinales del planeta y, aún así, nos reunimos
todos los días, a cualquier hora, a darle rienda suelta al don con que la
sagrada naturaleza nos dotó a los oriundos de La Junta: mamar gallo (Haga click aquí para conocer una semblanza de este pueblo). Y lo
hacemos como sabemos hacerlo: sin escondrijos de ninguna índole, en medio del
más agotador de los trabajos o en la más disímil de las actividades cotidianas:
subidos en un poste de energía, en donde se arregla un cable eléctrico o
arrastrando un carrito de supermercado en cualquier ciudad del mundo o sentados
desnudos, al borde de la cama, con la pareja acostada, desnuda también,
revolcándose de la risa al escuchar las ocurrencias de un paisano remoto, segundos
después de haber retozado de amor con quien lee el chat en voz alta.