Los asesores de las campañas presidenciales de Óscar Iván
Zuluaga y de Juan Manuel Santos creen que los colombianos somos unos imbéciles
que nos pueden engañar con sus artimañas pueriles para tratar de enlodar al
otro. Suponen (erróneamente, por supuesto) que los votantes estamos felices en
las graderías, esperando con ahínco el próximo memorial de agravios, lanzado al
ruedo del circo romano en que han convertido estas elecciones: obviamente, por
las armas que utilizan, no parecen gladiadores los que están enfrentados en la
arena, sino malhechores de la peor estirpe, cuyas puntas de lanza están
revestidas de estiércol. Se equivocan de cabo a rabo esos consultores
propagandísticos, ya que sus métodos nos producen exactamente lo contrario:
repulsión, náuseas, tristeza, desazón.