12 ago 2015

El Siglo XXI hay que pensarlo ahora

Por John Acosta

La universidad está llamada a ser un recinto de reflexión permanente sobre los aconteceres que afectan profundamente la humanidad. Por supuesto, no se trata de un monólogo de saberes que haga gala de la sociedad del mutuo elogio, sino un discurrir respetuoso de conceptos contrarios, una invitación constante al diálogo constructivo y a  la tolerancia activa, por la disidencia de pensamientos. En todo caso, hacer un escrutinio juicioso, y desde todos los ángulos, de la azarosa época que nos ha llamado a ser testigos y protagonistas de su transitar vertiginoso. No obstante la rapidez en que se vive en este mundo contemporáneo, afortunadamente, ha habido seres humanos que se han detenido a analizar el alud de sucesos que se producen a cada instante: lo llevan a cabo, ciertamente, desde distintas orillas ideológicas y culturales, pero desde un análisis bien intencionado.

La verdad, pocas veces se tiene la providencial oportunidad de presenciar en vivo un diálogo de altura entre pensadores de diferentes tendencias sobre importantes temas de actualidad. La universidad debe propiciar esos espacios que motivan al resto de los mortales a recapacitar sobre su devenir. Los salones de clases no deben quedarse solo en el compartimiento de saberes entre docentes y estudiantes, sino que deben trascender hacia el exterior e integrarse con la cotidianidad de la vida que fluye a borbotones por doquier. Esa simbiosis es la que nos ayudará a comprender entre todos los enigmas de la contemporaneidad para no alejarnos de lo que debe ser la razón de la academia: contribuir a la búsqueda de un mundo feliz.