Por
John Acosta
El emotivo aplauso de los más
de 500 asistentes se pudo ver en todo su esplendor. Mis ojos se deleitaron con
aquella singular muestra de gratitud por parte del público al tiempo que mis
oídos escucharon el silencio sepulcral de aquella ovación muda. Entonces, recordé
de nuevo que sí es posible hacerse escuchar sin emitir palabra alguna. El
auditorio de postgrado, ubicado en el sexto piso del bloque K de la Universidad
Autónoma del Caribe, era esa mañana la más hermosa evidencia de cómo derrotar
la exclusión. Los que aplaudían alborotadamente en medio de su eterno sigilo
eran personas con discapacidad auditiva que festejaban el más reciente chiste
contado en el 2° Festival Nacional del Humor Sordo.