21 sept 2017

Señores Bancoomeva: ¡no son los mangos, es la cerca! (IV)

Por John Acosta

La vieja Carmen Daría sintió que la sangre se le calentó en un santiamén, cuando salió esa mañana al inmenso patio de su casa y se encontró con que los muchachos del pueblo le habían tumbado otra vez parte del alambre de púa que tenía en su cerca. No era la primera vez que lo hacían: los palos de mango que tenía sembrados eran virtuosos en cosecha y los pelaos del caserío se pasaban la cerca para disfrutar de la sabrosura de esas frutas maduras. Entonces, la anciana Carmen Daría, mientras parapetaba nuevamente los alambres caídos, echaba mano de su arsenal de insultos y desahogaba su rabia echándoles lengua a los niños intrusos que osaban invadir su propiedad para saciar los deseos de comer. Sus  nietos le reprendían porque ella sobrevaloraba unos mangos que se podían regalar; la vieja Carmen Daría les aclaraba a gritos: “¡No son los mangos, es la cerca!”. Y proseguía con su retahíla. Esa historia me llega a la mente, a propósito de la respuesta que me da Bancoomeva, en la que, una vez más, insisten en su sucia estratagema de desviar el motivo de mi justa queja (sobre una negligencia de este banco) para encasillarla hacia una demanda (de esa entidad contra mí). Nunca he negado que esa entidad tiene el deber de recuperar su cartera vencida. Jamás he desconocido ese legítimo derecho que le asiste como entidad financiera. Mi queja ante Bancoomeva no es, pues, la demanda contra mí (que para el símil con la vieja Carmen Daría corresponde a los mangos) sino a la negligencia en que incurrió Bancoomeva al no informarle al juez a tiempo que yo había pagado la totalidad de la deuda (lo que corresponde a la cerca, en el símil con doña Carmen Daría): no son los mangos (la demanda), es la cerca (la negligencia en que incurrió), señores de Bancoomeva.