Por John Acosta
Luis
Felipe Pinzón estaba a punto de renunciar al sentimiento más grande que él
había experimentado en su corazón por una mujer: el calor insoportable que
envuelve a los pueblos y ciudades del Caribe colombiano le estaban ganado la
partida a ese amor que él acunó con alegría y esperanza en la mitad de su
pecho. Llegó a la población de Codazzi, en el departamento del Cesar, a más de
20 horas en carro de su tierra natal, con la decisión irrenunciable de hacer
vida en común con la mujer que le removió hasta las fibras más apartadas de su
alma: Karina Acosta Tapia. Cuando pisó por primera vez tierra codacense,
sintió de una el golpe certero que le propinó en su cuerpo la altísima
temperatura que consume a fuego lento la tranquilidad de los visitantes de esta
próspera comarca de la música vallenata en guitarra. Luis Felipe llegaba de
Ibagué, una ciudad andina con una temperatura promedio de 24°C: ahora tenía que
soportar calores hasta de 35°C. Afortunadamente, a miles de kilómetros de allí,
un joven profesional de Codazzi observó cómo en Florida (Estados Unidos), la gente
usaba en verano un sistema de aspersión para mejorar el clima en restaurantes
abiertos y parques temáticos. José Alfredo Acosta Tapia no dudó un instante en
pensar que esa podría ser la oportunidad para que en la costa norte de Colombia
se pudiera disfrutar de un clima confortable y a muy bajo costo: no se imaginó,
entonces, que esa idea fabulosa fue la determinante para que su cuñado Luis Felipe
Pinzón pudiera hacer que su amor profundo le ganara la partida al
intenso calor
de Codazzi.